domingo, 13 de octubre de 2013

¿Cómo es la experiencia de los hijos del medio?

Se dice de los hijos del medio que, por no tener un rol claramente asignado, como sí sucede con los mayores y los menores, son la “oveja negra” de la familia.

Hay a quienes la singularidad se la ha marcado el carácter, siendo más tímidos, independientes o conflictivos que sus hermanos; algunos se sienten diferentes por tener aficiones de las que sólo ellos disfrutan y otros, simplemente, por no guardar ningún parecido físico con los demás habitantes de la casa.

Así lo admiten cuatros hijos medianos, quienes en determinadas situaciones han sentido que era poco lo que les unía a sus padres y hermanos. El sentimiento de no pertenecer ha recorrido sus vidas y se ha manifestado de formas diversas, hasta eclosionar, como en uno de ellos, en el más temible de los interrogantes, “¿seré adoptado?”.

Está claro que en mi familia yo soy el distinto. Si no hubiera sido por el innegable parecido físico con mi abuelo y mi madre, hubiera creído que soy adoptado”, dice Martín, productor y comerciante de 23 años y el segundo de tres hermanos varones. “No comparto la afición que mi padre y mis hermanos tienen por el fútbol y el deporte, y eso ha hecho que sintiera que me perdía cosas. La sensación de no pertenecer siempre ha estado presente”.

Karen, médica de 28 años, también se considera la hija “rara”. Tiene una hermana mayor y un hermano menor y asegura que es la más tímida y la más independiente de los tres, además de tener ideas políticas e intereses culturales diferentes de los de su familia. “Soy, sin lugar a dudas, la oveja negra”, confiesa, categórica.

El sentir de Karen es similar en muchos hijos de su misma “condición”, opina el psicoanalista Arnaldo Smola –él mismo hijo mediano–, al afirmar que “en una familia de tres hijos, el del medio no cuenta con el estatuto del mayor ni con las deferencias del menor y puede, por consiguiente, sentirse dejado de lado”.

En Anna, maestra de 29 años, este sentimiento se cristalizó en algo muy concreto, el aspecto físico: “Me he sentido menos guapa y más gorda. Lo de gorda era cierto porque mis hermanos eran muy delgados y yo era rellenita; pero ahora que he crecido, me doy cuenta de que sentirse la fea era una forma de no encajar”.

Pero creer que no se es “parte del puzzle” no es común a todos los hijos medianos, Bernat, por ejemplo, ha sido un hermano mediano satisfecho. Es bombero, tiene 30 años y asegura tener “puntos de vista parecidos” tanto con el hermano que lo precede como con el que le sigue. “También compartimos aficiones como el alpinismo y la escalada, y de vez en cuando las practicamos juntos”. Pese a todo, admite ser el más tímido y reservado de los tres.

FALTA DE ATENCIÓN Y SOBREEXIGENCIA

Para ser susceptible de padecer las “calamidades” propias de ser el hijo “sándwich”, es necesario cumplir un requisito, dicen los psicólogos: tener otro hermano del mismo sexo. Es decir, que si Martín o Bernat hubieran sido los únicos varones, o Karen y Anna las únicas mujeres, entonces, probablemente, ninguno habría crecido sintiéndose “el tercero en discordia”, puesto que la exclusión habría sido reemplazada por la exclusividad de ser el único de su sexo.

Cuando se habla de los hijos medianos suele decirse que éstos son como son, tímidos, conflictivos, etc., porque sus padres les han prestado menos atención. A veces, la afirmación es cierta y esto puede dar lugar a mucha “soledad y aislamiento”, dice Smola, por eso es importante “auxiliar al niño para que grabe un espacio válido y significativo en la familia, tan temprano como sea posible”.

Otras veces, quizá por temor a que el hijo mediano se sienta desatendido, los padres son más exigentes con él que con sus hermanos. Así le sucedió a Karen, que durante mucho tiempo satisfizo más que nadie los deseos y expectativas de sus progenitores. “Sufrí mucho. Siempre la más estudiosa, la más ordenada, la que más cumplía lo que mis padres querían”, dice. “Pero hubo un periodo en el que tuve que rebelarme y barrer con las exigencias porque al final yo era la única que estaba haciendo lo que mis padres esperaban de sus hijos. De manera que me llevé muy bien con ellos hasta ese momento y después empecé a ser más crítica y a discutir mucho”.

A Martín el papel del “hijo conflictivo” también le es familiar. “Quizá fui, y soy, el más confrontativo de los tres, seguramente como reacción a no haber encontrado nunca un lugar definido”, dice.

La reflexión de Martín enlaza con la opinión de Smola, quien cree que las conductas reactivas de algunos hijos medianos son una respuesta a la soledad que han podido experimentar en la infancia y la juventud. Estos comportamientos pueden incluir “pérdida de tiempo o de concentración, escepticismo y una tendencia a deprimirse o a ser hiperactivo”. Y, en casos más extremos, “conductas de riesgo con las que el niño busca recobrar de un golpe de mano la importancia que no sintió tener en sus primeros años de vida”.

EL ORDEN DE NACIMIENTO



En su libro "Birth Order and You" (Orden de nacimiento y tú), Donald W. Richardson y Lois A. Richardson afirman que los hijos del medio están confundidos acerca de su identidad, atrapados entre intentar crecer como su hermano mayor o mantenerse indefenso como su hermano menor. Los niños que se encuentran en esta situación familiar problemática pueden tener baja autoestima y poca concentración, unidad y compromiso, según los Richardson.

CARACTERÍSTICAS

Algunos psicólogos, incluyendo a Leman, creen que el orden de nacimiento es el responsable de muchos aspectos de la personalidad de un individuo. Afirma que los hijos del medio suelen tener la personalidad opuesta que la del hermano que nació justo antes que él. Si este hermano es además el mayor, que suele alcanzar grandes metas, el hijo del medio puede estar menos motivado y tener menos probabilidades de tener éxito, dice Leman.

ASPECTOS POSITIVOS

Leman detecta beneficios en ser el hijo del medio: debido a que los hijos del medio no son tan presionados, pueden alcanzar la realización de una manera más simple, tanto en relaciones con amigos como con parejas. Suelen actuar como negociadores en busca de la paz. De acuerdo con Leman, si no son presionados, es posible que los hijos del medio no alcancen su potencial, pero al menos no tendrán que vivir con la carga de las expectativas altas que los padres tienen con respecto a su primogénito o hijos únicos.

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