jueves, 29 de agosto de 2013

¿Amas? o eres adicto al amor


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Hay adicciones muy conocidas como la ludopatía o la dependencia del alcohol, pero la del amor es apenas comentada. Lo cierto es que querer disfrutar de tu vida con otra persona, y que tu pareja sienta lo mismo por ti, no parece en absoluto una adicción porque, al contrario del juego o el vino, tiene como resultado un reforzamiento positivo: el cariño. Pero existe una diferencia inmensa entre querer amar y ser un adicto al amor.

¿EN QUÉ CONSISTE LA OBSESIÓN POR EL AMOR?

Muchas personas tienen como objetivo principal encontrar una pareja con quien pasar el resto de sus días. Una boda de por vida e hijos, fruto de esta relación pueden ser algunos de sus sueños más importantes. Confunden el amor con una obsesión por el otro.

La adicción al amor se llama también codependencia, y lo sufren en su mayoría mujeres. Confunden el amor que creen sentir, con una adicción y obsesión totales hacia otra persona. La mujer es, por ende, incapaz de salir de una relación sentimental que no le está haciendo feliz, aun sabiendo que su felicidad no puede encontrarse al lado de esta persona. Porque cree que si no tiene a ese hombre en su vida, su mundo no tendría sentido, no tendría nada, llegaría a su fin, estaría completamente vacío.

La mujer en cuestión lo da todo por ese hombre, tanto que es muy posible que incluso llegue a perder su propia identidad en el camino.

MIEDO A PERDER A SU PAREJA

El temor a perder a un novio o novia es el factor principal que impide poner fin a una relación que está haciendo daño. El adicto se engaña a sí mismo y no logra reconocer su problema. Su pareja es su prioridad, la persona más importante en su vida, y por esta razón procura pasar el mayor tiempo posible con él, llegando incluso a descuidar a sus amistades, e intenta controlarle en la medida de lo posible con llamadas constantes o mensajes al teléfono móvil.

El adicto al amor es por lo general bastante celoso y posesivo, inseguro sobre la relación y muy sensible a las críticas que su pareja le pueda hacer. Tiene miedo al abandono. Presiente en cada momento que podría suceder la temida ruptura, y es muy inseguro con la relación puesto que depende de ella, la necesita y no contempla su vida sin ella. Por lo general, en estos casos de dependencia la relación sólo tiene su fase buena y positiva en el comienzo, pero más adelante la relación se deteriora.

Muy pronto llegan los problemas y las inseguridades, los cuales no inquietan tanto al adicto al amor: lo que le preocupa es mantener a su pareja con ella y que el noviazgo no llegue a su fin.

Está traumatizado con la idea de que esta persona a quien quiere le pueda dejar y, si esto sucede, intenta reparar el error, o bien reemplazar a la pareja por otra de una manera inmediata.

El adicto al amor está enamorado de la idea del amor. Ama más este concepto, que a su pareja.

Sólo él logrará hacerse feliz a sí mismo.

SOLUCIONES PARA ESTE PROBLEMA DE DEPENDENCIA

Los grupos son la solución número uno para superar esta adicción. Saber que no eres el único, y que los demás te entienden y te apoyan, es lo que facilita salir de esta situación.

Siempre se recomienda hacer ejercicio para sentirse mejor con uno mismo, para sentirse más útil y capaz de resolver sus propios problemas. Es importante que el adicto se percate de que no puede poner su felicidad en manos de otra persona, sino que sólo él logrará hacerse feliz a sí mismo.

Estas personas adictas están, en primer lugar, sobrecargadas. No paran en todo el día: trabajan mucho, y viven preocupadas. Además, en muchas ocasiones padecen depresión, sufrimiento o cansancio crónico. Tienden a ser el hombro para llorar, porque intentan resolver los problemas de los demás, y se enferman a causa de la relación sentimental en la que se encuentran. Por último, estos adictos al amor se ponen en una posición de víctima.

Su búsqueda por el príncipe azul es eterna. Sueña con el día en el que un hombre se arrodille ante ella con un anillo de diamantes y le proponga un futuro de felicidad y llora por las noches en la misma cama en la que él duerme porque sueña con la felicidad que no siente junto a él. Pero sin él, piensa, sería más infeliz. De lo que no se da cuenta, es que su felicidad no está en otra persona, sino precisamente en ella misma.

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